jueves, 14 de junio de 2007

LA HISTORIA DEL PERFUME

Perfume (novel)Image via Wikipedia


…….La fragancia era tan maravillosamente buena que a Baldini se le llenaron de repente los ojos de lágrimas. No necesitaba hacer ninguna prueba, sólo colocarse delante del matraz y aspirar. El perfume era magnífico….era una sinfonía y mucho más. Baldini cerró los ojos y evocó los recuerdos más sublimes. Se vio a sí mismo de joven paseando por jardines napolitanos al atardecer del brazo de una mujer de cabellera negra y vislumbró la silueta de un ramo de rosas acariciado por el viento nocturno. Oyó cantar a una bandada de pájaros, oyó música lejana en una taberna del puerto, oyó un “Te Amo”…abrió los ojos. Este perfume evocaba algo totalmente nuevo, capaz de crear todo un mundo, un mundo rico y mágico que hacía olvidar de golpe todas las cosas repugnantes del propio entorno y comunicaba un sentimiento de riqueza, de bienestar, de libertad….
tomado de la novela “El Perfume” de Patrick Suskind.
La historia de los perfumes es milenaria. La palabra perfume viene del latin Per Fume que significa “a través del humo”. La historia nos remonta a los egipcios quienes los utilizaban en forma de incienso, de bálsamos y ungüentos en sus rituales religiosos. En tiempos del rey Salomón, la perfumería alcanzó su mayor apogeo. Cuando la reina de Saba que procedía del "país de los perfumes" fue a visitar a Salomón llegó con un gran numero de camellos cargados de perfumes, oro y piedras preciosas y añade la Biblia: "Nunca llegaron a Jerusalén perfumes con tanta abundancia como cuando la reina de Saba los trajo para Salomón”.
Ningún pueblo, hasta aquel entonces, había utilizado tantos perfumes en sus fiestas sociales. Por cierto que debemos destacar como curiosidad, la costumbre inédita, introducida por las mujeres de la alta sociedad de Egipto, de ponerse debajo de las pelucas que habitualmente llevaban, unos "conos", hechos con grasa mezclada con perfumes, que se iba fundiendo con el calor corporal y del ambiente, al tiempo que perfumaba el cuerpo de quien los llevaba. No debió resultar un sistema demasiado práctico, porqué no se utilizó en ninguna civilización posterior. Se ha dicho, que en su vida cotidiana el pueblo egipcio fue el más limpio de la historia. Mucha de la materia prima utilizada para la elaboración de fragancias era obtenida de otros países en expediciones comerciales o incursiones militares. El lugar preferido para el comercio de esencias era el reino de Pount, en la actualidad Somalia, al que llamaban "el reino de todos los aromas". Entre las ceremonias religiosas cabe destacar la operación de la momificación de los cadáveres que pretendía conservarlos para la eternidad. En la celebración de este ritual se utilizaban gran variedad y cantidad de materias olorosas.                       Los egipcios guardaban sus perfumes en frascos de los mas diversos ricos materiales, oro, piedras duras y vidrios de colores, pero los más utilizados fueron los recipientes de alabastro que les proporcionaba el vecino desierto de Libia. Los frascos más corrientes tenían formas sencillas, pero algunas eran verdaderas obras de arte, como los que se encontraron en la tumba de Tutankamon y que se pueden admirar en el museo del Cairo. En Oriente, el imperio Bizantino, heredero de Roma, desarrolló una industria muy importante en el arte de la perfumería, quizás más que la de la propia Roma, por el hecho de tener mas cerca la materia prima y contar con mano de obra de su población y la de sus vecinos orientales de tradición perfumista; en tanto que Roma era un país eminentemente importador. Pero no tardaría demasiado en surgir una nueva potencia perfumera, la de los árabes.
La Arabia Saudita hoy desértica, en los tiempos más antiguos era una tierra paradisíaca donde la abundancia de bosques frondosos y la belleza de sus jardines con sus árboles aromáticos la convertían en misteriosa y exótica. De la Arabia lejana conocida por los clásicos como "la tierra de los perfumes", llegaban hasta las costas mediterráneas las caravanas de camellos que, atravesando el desierto, transportaban el incienso y las esencias para los mercados de Occidente. A principios del siglo VII se inicia en Arabia una nueva civilización, una nueva cultura basada en un hecho religioso. Mahoma predica su doctrina y funda el Islam que en poco tiempo se extendería desde el Oriente medio hasta España. Mahoma fue un enamorado del perfume y en el Corán se promete a los creyentes un paraíso perfumado, con grandes ríos, árboles y jardines y bellas mujeres de ojos negros, hechas del almizcle más puro.
En perfumería los árabes fueron los grandes expertos que supieron asimilar y perfeccionar los conocimientos de las culturas anteriores, aprovechando su saber y sus nuevas técnicas. Pusieron al día el alambique para destilar el alcohol, que utilizaron como soporte de las esencias, para elaborar los perfumes y extendieron el uso del Agua de Rosas y del almizcle que fueron las reinas de las aromas en toda la Edad Media. Poco tiempo después, los que volvían de las cruzadas y los mercaderes que retornaban de Oriente se encargaron también de introducir los perfumes en todo el Occidente. En el Renacimiento, Venecia y Florencia fueron las capitales de los perfumes. Se recuperaron las fórmulas de las antiguas composiciones y la perfumería brotó con fuerza en Europa. La corte de los Médicis y de los Duches de Venecia eran cortes perfumadas. Cuando Catalina de Médicis, la gran embajadora del perfume salió hacia Francia para casarse con el rey Enrique II, se llevó, entre su séquito, a su perfumista privado, Renato de Florencia, que al llegar a Paris abrió con gran éxito una tienda de perfumes, aunque las malas lenguas decían que Monsieur Renato sabía preparar igual de bien los perfumes que los venenos.
El auge del perfume se llevó a cabo en el siglo 17 en Francia cuando alguien decidió comercializar los guantes perfumados y fue en el año 1656 en que se establecieron formalmente los gremios de los perfumistas y de los guanteros. Más adelante se instalaron los primeros minúsculos laboratorios de perfumistas en el que cada uno, en principio elaboraba y vendía sus preparados aromáticos para su clientela, según sus gustos y referencias. Eran perfumes hechos a medida para una clientela de gente noble y adinerada y poco a poco el consumo de aguas de olor se fue extendiendo. Las cortes de los reyes de Francia, en particular las de Luis XIV y Luis XV se convierten en grandes consumidores de esencias, un poco obligados, ya que a pesar de la elegancia de sus vestidos de sus pelucas empolvadas, y la fastuosidad de sus fiestas en Versalles, el olor de los perfumes, era necesario para disimular la falta de higiene y los malos olores generales de la época. La corte de Luís XV se hacía llamar también “La Corte Perfumada” pues no solamente se aplicaban el perfume sobre la piel sino en los abanicos, las pelucas, los bordados, la ropa e incluso el mobiliario.
Durante la revolución francesa se paralizó el mercado de la perfumería, pero la guillotina, que hizo rodar las cabezas perfumadas de la nobleza, dio nombre a un nuevo aroma que se puso de moda; un único perfume denominado "Guillotine" cuya procedencia de desconoce se vendía entre las revolucionarias hasta que poco después regresara la calma.
Con la subida al trono de Napoleón gran aficionado a los aromas, comenzó una nueva era para los perfumes. A partir de entonces los perfumistas, que hacía poco habían pasado de simples artesanos a pequeños industriales, dieron el gran impulso que, con el tiempo, convertiría a la perfumería en una industria que hoy día en el mundo mantiene una dinámica extraordinaria, mueve cantidades astronómicas de dinero y da trabajo -desde los que investigan en los grandes laboratorios, hasta los que venden los productos-, a centenares de miles de personas en todo el mundo. Pero hay un poco más que contar:
En el siglo XVIII se inventó en Inglaterra el Agua de Colonia. La mezcla de romero, bergamota, limón y naranjas se utilizaba diluida para el baño, mezclada en una copa de vino, en un cubito de azúcar y para refrescar el aliento. Las magníficas esencias se presentaban en hermosos frascos de cristal fabricados por Baccarat al inaugurar sus talleres en Francia allá en 1765.
Pero mientras corría el siglo XIX, al igual que la industria y el arte, la elaboración de los perfumes se vio afectada por cambios importantes. Así como los gustos cambiaron, la alquimia abrió la puerta a la química lo que sentó las bases para la industria del perfume tal como hoy la conocemos.
Los enormes cultivos de jazmín, naranja y rosas, dieron al pueblo de Grasse en Provence Francia la oportunidad de convertirse en uno de los mayores proveedores de materia prima para la industria perfumera, pero Paris se convirtió en la capital mundial del perfume. Fue allí que se fundó la casa Guerlain, o Roger & Gallet por ejemplo. En 1921 nació el “Chanel #5”. Hoy en día existen más de 30,000 variedades distintas de perfumes y por supuesto ya no de uso exclusivo para la nobleza. La industria del perfume ha evolucionado tanto en técnicas como en materia prima y estilo. Lo que nunca ha cambiado es el misticismo y el romance que envuelve la ilusión de una fragancia.
El maestro Baldini, perfumista, personaje ficticio de la novela “El Perfume”, aspira el aroma que se desprende de una gota de aquella esencia atesorada en el frasco de cristal. En ese momento fluye vertiginosamente en su cabeza todo aquello que lo apasiona, que lo inspira. La faceta más romántica, la más deseada, la más recordada, como si en aquel frasco se pudiera guardar ese tesoro y poder abrirlo a voluntad. ¿Cuál es ese poder para sugestionarnos que un perfume posee?
¿Cual es esa magia que le permite despertar recuerdos en nuestra mente de una manera tan intensa?
La explicación es meramente científica. Existe un sitio en nuestro cerebro donde se unen íntimamente el olfato, las sensaciones y los recuerdos. La función primordial del olfato es proporcionarnos la información vital del mundo aromático que nos rodea, y para que los olores sean detectados por nuestra nariz, las moléculas odoríferas deben ser solubles y volátiles. Una nariz reseca es insensible a los olores. Las moléculas odoríferas se respiran y se disuelven en las mucosas en donde células sensoriales capturan el aroma y lo transmiten a la región olfativa del cerebro a través de terminaciones nerviosas. El proceso completo toma menos de una milésima de segundo.
Pero no hay que despojar de la magia a ese momento. De ninguna forma. Cada aroma evoca una sensación y posteriormente una percepción. Tal como un escritor debe dominar un idioma para poder jugar con él, y un músico conocer las notas para crear armonías, un perfumista debe memorizar las notas olfativas y sus combinaciones. Su “cultura olfativa” será su mejor carta ya que le abrirá el horizonte a un abanico de materiales permitiéndole así lograr una variedad infinita de combinaciones. La nariz de un perfumista va más allá que un instrumento de verificación. Es a través de los años que logra memorizar, detectar, comparar, asociar y dosificar varias docenas de materias primas para crear un aroma.
El perfumista “crea” en su taller, lejos de los fuertes olores de su laboratorio y de los cientos de frascos que contienen aceites esenciales y hoy día también productos sintéticos. El perfume es un elemento que se evaporará al pasar del tiempo debido a que está compuesto de sustancias volátiles como la bergamota, el limón o la lavanda, y otras no tan volátiles como las esencias florales, azucenas, jazmines y rosas y finalmente esencias firmes como las maderas, el ámbar y el sándalo.
Alquimia, química, mito, delirio y recuerdo. Mencionado y alabado en la literatura; pasión de unos, perdición de otros, el perfume guarda en aquel diminuto frasco el recuerdo de un momento, la historia de una vida y la poesía de la memoria.
……Guiado por tu aroma hacia mágicos climas
Veo un puerto colmado de velas y de mástiles
Todavía fatigados del oleaje marino.
Mientras del tamarindo el ligero perfume,
Que circula en el aire y mi nariz dilata,
En mi alma se mezcla al canto marinero.
Charles Baudelaire “Perfum Exotique”

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