martes, 29 de julio de 2008

Un Manojo de Recetas para una Vida más Apacible


De vez en cuando cae en nuestras manos algún artículo que desarrolla un nuevo plan o una novedosa receta para mejorar la vida: el descubrimiento de una infalible dieta, el método para dormir profundamente, la fabulosa rutina para ejercitar y rejuvenecernos al mismo tiempo. Ya sea leyendo el reportaje o por recomendación o consejo de alguien cercano a nosotros, decidimos poner en práctica un sinfín de métodos y técnicas nuevas, comenzamos a ejecutarlos al pie de la letra. Poco a poco las buenas intenciones y el compromiso inicial empiezan a desvanecerse porque no hay manera de poner la cabeza sobre la almohada sin que nos demos a la tarea nocturna de remover toda la problemática que venimos arrastrando durante el día. Otro ejemplo es cuando el placer del ejercicio físico se ve disminuido porque nos dedicamos a elaborar mentalmente listas, planes, fechas y calendarios.


De repente decidimos que para quitarnos el estrés de encima debemos realizar un viaje sin darnos cuenta que la problemática que acarreamos en un costal dentro de nuestra mente, nos seguirá acompañando a la playa o a la montaña, hasta que no tomemos la decisión de resolver todo aquello que es factible de hacerlo.


Es por estos patrones mentales aprendidos que cuando estamos en un sitio, realmente no lo estamos pues nuestra mente ya se adelantó años luz y se fue lejos, muy lejos de poder disfrutar el sabor del instante por grande o pequeño que éste sea. Elizabeth Gilbert en su hermoso relato autobiográfico: Comer, Rezar y Amar toma una frase que estoy segura que la gran mayoría de mis lectores la ha empleado en algún momento. Liz Gilbert y su mejor amiga se encuentran viajando por Italia y al detenerse a observar la esplendorosa vista desde un mirador a las afueras de Roma, su amiga manifiesta con la voz entrecortada: "¡Ojalá tenga yo la oportunidad de VOLVER a venir a este sitio!" Y con esta frase, al parecer una simple frase, el encanto total del momento efímero se rompe como el recipiente del más fino cristal de Bohemia. Y es que así hemos condicionado a nuestro ser, a nuestro espíritu. Tal vez en efecto y debido a este condicionamiento, si es que tenemos la gran suerte de volver a detenernos frente a una vista panorámica tan espléndida, nos detengamos a meditar acerca del privilegio de haber podido regresar. ¿Pero por qué tiene que ser así? ¿Por qué no hemos aprendido a disfrutar y sentir el placer de las cosas más minúsculas o más grandiosas en el preciso momento en que ocurren? ¿Por qué siempre esperamos que las condiciones se den de otra manera? ¿Por qué siempre estamos fabricando fantasías en nuestra mente? ¿Situaciones ideales? ¿Momentos fotográficos que son prefabricados por quienes nos quieren vender la cámara digital último modelo?


Alto total. Por supuesto que sabemos lo importante que es vivir el presente. A lo largo de la historia del planeta, filósofos, sabios, poetas y místicos se han dedicado a subrayar el punto por los siglos de los siglos: "Carpe Diem" Aprovecha El Día, escribió Horacio. "Las aguas del río jamás son las mismas" proclamaba Heráclito. "Lo que importa es el Ahora" era la frase inspiradora de la generación de los Sesentas.


Se dice así de simple pero no siempre es fácil ponerlo en práctica. La buena noticia es que aprender a vivir el momento es sencillo de practicar y de reforzar. Al inicio, hay que concientizarlo pero más adelante se convertirá en un sencillo y gratificante modo de vida.


En la cotidianidad de la rutina diaria es muy fácil perderse de las pequeñas maravillas que a diario suceden. Una forma fácil de hacer consciente esta capacidad de asombro es rodearse de nuevos proyectos y actividades, ya sean grandes o pequeños pues cada uno nos brindará la oportunidad de saborear ese preciso momento. Vale la pena hacer una lista de tareas que desearíamos comenzar. El abanico de posibilidades es amplísimo: cultivar una nueva amistad, ir a clases de baile, escribir un diario o desarrollar una forma de comunicación más honesta. Esta tarea también puede orientarse a nuestro ser interior preguntándonos a menudo qué cosas nos brindan alegría. Una vez hecha la lista, debemos buscar aquello que podamos comenzar a ejecutar de inmediato y deleitarnos con este inicio. Sarah Ban Breathnach en "El Encanto de la Vida Simple" sugiere cultivar la gratitud, el aprecio, el agradecimiento pues afirma que instantáneamente nos remite al presente.


Ponerlo en práctica: Hacer una lista de diez cosas por las cuales sentirse agradecido. Darse permiso de SENTIR este agradecimiento. Mantener la lista junto a la cama, leerla al despertarse y antes de dormirse, y cada vez que vayamos descubriendo una cosa más por la cual sentir gratitud, añadirla la lista. Al ponerlo en práctica nos sorprenderemos de cómo la gratitud aumenta en proporción directa a la forma en que la vemos y la apreciamos dentro de nuestra vida.


Hoy está de moda elaborar hermosos álbumes y Scrapbooking con papeles hermosos y detalles de cartón y tela, dejando volar la imaginación disfrutando de este hobby. Pues bien una nueva tarea será elaborar un álbum mental con todas aquellas fotografías que nos han hecho sentir felicidad: un bebé, un paisaje, o un recuerdo favorito.


Ponerlo en práctica: Cerrar los ojos y extraer estas carpetas llenas de fotografías y postales de los múltiples cajones de nuestra mente y sonreír…..pero no un instante: mantener esa sonrisa y sentir cómo ilumina.


La vida contemporánea viene procesada, empacada y lista para consumirse. Es raro detenerse a considerar el origen de las cosas, la cantidad de gente que tomó parte en tal o cual proceso, desde su creación hasta el momento en que se nos entrega. Un proceso invisible y olvidado por la velocidad en que vivimos pero esencial en relación a lo que sucede en este mismo instante. El darle importancia a la procedencia de aquello que consumimos es una manera simple de respetar o rendir tributo a toda aquella red creativa y laboral.


Ponerlo en práctica: En las diferentes áreas de nuestra vida cotidiana, funcionales, estéticas o comestibles, habría que darnos a la tarea de detenernos pensar a través de cuantas manos creativas y cuidadosas pasaron productos y alimentos que consumimos.


Cuando nos sentimos alterados o disgustados, nuestra mente comienza a girar, parece que mantenemos pisado el acelerador y seguimos en "primera" sin que se lleve a cabo el cambio de velocidades. Si así se maltrata la caja de velocidades de un automóvil, nos quedaremos sin nuestro medio de transporte en un corto plazo. La comparación es obvia cuando constantemente estamos permitiendo que nuestra mente se descontrole. La merma que el descuido de nuestra caja de velocidades mental va a tener en nuestro organismo es de inmensas proporciones negativas. La mente alterada busca desaforadamente una respuesta a la situación, quiere un resultado inmediato. Lo que la mente no sabe en ese preciso instante es que la información necesaria para resolver la mayoría de las aflicciones está presente permanentemente. Pero para tener acceso a esta información, tenemos que tranquilizarnos y enfocarnos. Conozco a alguien que es un experto en resolver problemas y al pasar los años me he dado cuenta que uno de sus más grandes aciertos es buscar primeramente el inicio de tal o cual situación complicada. Y me lo explicó hace ya muchos años, con una madeja de estambre espantosamente enredada. –Busca primero una punta, me dijo. – Nunca trates de desenredar el hilo si tienes prisa, la impaciencia solo te llevará a anudarla más. Me dediqué a observarle y a poco rato me di cuenta que jamás estiraba el hilo, nunca lo jalaba sino que le daba su tensión necesaria pues –como bien me dijo- un nudo nunca es un nudo: es solamente la hebra que se fue por la ruta equivocada. Y razón tenía.


Ponerlo en práctica: Aflicciones, angustias y problemas… Dolor de cabeza, un insulto, un disgusto. La próxima vez que comencemos a sentirnos así, tratemos de no permitir que la mente se lance a un análisis crítico de la situación. En su lugar, tratemos de sentir en qué parte de nuestro cuerpo es que sentimos el resultado de este malestar. Enseguida, preguntémonos en silencio: 1) ¿Qué es realmente lo que me está sucediendo? 2) ¿Cómo puedo yo contribuir a remediar esta situación? Seamos pacientes una vez que hayamos preguntado – recordemos la madeja de estambre- En ciertas ocasiones, la respuesta correcta llegará y nos sugerirá una manera completa y satisfactoria de resolver el problema. La mayoría de las veces, aunque no sea la respuesta absoluta sentiremos que nuestra intuición trabajará de manera invaluable.


En mi actividad diaria, siempre hay carretes de hilo y madejas de estambre. Al utilizarlos me brindan placer en mi trabajo creativo y me hacen recordar constantemente a quien me enseñó que un problema es como la madeja de estambre. Hay que tomarse el tiempo necesario para desenredarlo, con calma, sin tirones. Su receta siempre resulta.