domingo, 27 de junio de 2010

Serie de Verano #3 Cinco Pintores Norteamericanos

                       Era el inicio del siglo XX y los pintores norteamericanos mantenían la cabeza baja frente a los grandes maestros europeos. Algunos incluso se habían convertido en copia burda de los franceses bohemios.  Sin embargo un nuevo movimiento cobró impulso.  Sus fundadores fueron cinco hombres cuya obra no solo les brindó prestigio y notoriedad sino que puso fin al permanente servilismo provincial . 
Estos hombres fueron: Charles Burchfield, Thomas Hart Benton, Grant Wood, John Steuart Curry y Reginald Marsh, todos ellos norteamericanos independientes que trasladaron sus lienzos al aire libre lejos de la opinión y jurisdicción de los estetas y fanáticos políticos, acercándose a la gente común y corriente.

                      El pionero en la rechazar la constante copia europea fue Charles Burchfield, hijo de un sastre en el estado de Ohio.  De modales hoscos, talentoso, de esas personas que no tomaban nada como un hecho; habitante del  centro de los Estados Unidos, con el don de interpretar la melancolía y ver de un solo golpe lo duro a la vez que lo sutil de su entorno.  Burchfield vivió en un ambiente rústico, rodeado de tierras de cultivo y pueblos monótonos que raramente se aprecian.  Pero la vida cotidiana del área central de su país le dejó una marcada impresión para el resto de su vida pues a diario hacía caminatas sin rumbo fijo observando los hábitos de hombres y mujeres, la miserable arquitectura, los larguísimos trenes y los campos despejados; los granjeros y sus mujeres de mirada triste, su monótona vida social en sus lamentables y desgastadas viviendas.
En su adolescencia, Burchfield asistió a una escuela de arte en Cleveland y poco antes de cumplir 30 años exhibió en Nueva York una colección de acuarelas de sorprendente originalidad.  Pintó el campo tal como lo sentía en su sangre – su manera de concebir el ambiente del centro de su país sin mirar por el cristal color de rosa del Impresionismo francés.  Sus temas y modelos eran característicamente antiestéticos, pero su pincel era franco y su experiencia le había enseñado que la vida rara vez es encantadora y tradicional.  Bajo la soledad y monotonía que pertenecen al campo, descubrió la nobleza del esfuerzo y su cruda e inquietante grandiosidad.  Charles Burchfield pintó pueblos en invierno, al inicio de la Primavera, las cosechas del Verano, el arado del Otoño. Estudió el campo así como otro artista hubiera estudiado a fondo la anatomía humana.
Pasó los últimos años de su vida en las afueras de Búfalo Nueva York creando obras cada vez más ricas y poéticas y extrajo de la vida norteamericana un arte que nació propiamente de sus brochas y pinceles. 

                     El artista mas prominente, vigoroso y versátil de este grupo fue Thomas Hart Benton, nacido en Missouri en 1889, hijo y nieto respectivamente de un congresista y un senador norteamericanos. El campo donde transcurrió su infancia fue muy parecido al de Huckleberry Finn pero tuvo la ventaja de pasar los inviernos en Washington y de hacer una buena cantidad de viajes.  A los 19 años se trasladó a Paris y  después de convivir 5 años con los artistas y bohemios de la “Rive Gauche” volvió a tomar residencia en Nueva York como un verdadero desadaptado.  Unos cuantos años después regresó a vivir a la campiña de su infancia donde descubrió la verdadera naturaleza de su talento y habilidades.  Una vez al año Benton hacía una excursión con rumbo a los sitios más recónditos de la Unión Americana.  Con una mochila y sus materiales de dibujo viajaba a las zonas industriales, y a los rincones y recovecos de montañas y bosques.  Captó claramente a individuos en distintos estratos sociales quienes le brindaban posada, intercambiaban anécdotas y posaban para el artista.  En el curso de sus periplos amasó un caudal de notas, bocetos y dibujos de vaqueros, alpinistas, maestros universitarios, campesinos, políticos, violinistas, poetas, predicadores, todos extraídos de la vida real, resistentes al tiempo y listos para ser después transportados a múltiples lienzos en óleo y acrílicos.
Benton ejecutó cuatro murales de importancia sumamente significativa para la pintura contemporánea que se encuentran en Nueva York, en Indiana y en Missouri , los cuales fueron epicentros de grandes controversias.  La razón de ello fue que el pintor desobedeció descaradamente los convencionalismos existentes para la pintura mural- las delicadas bellezas perseguidas por los sátiros y las diosas ridículas envueltas en paños semi transparentes.
En su lugar pintó escenas contemporáneas, escenas de crimen y violencia, de conflictos agrarios, de huelgas industriales, la vida nocturna en las ciudades; y las pintó de cuerpo entero, con un dinamismo desconocido para el arte desde el tiempo de la pintura holandesa. 

                             El otro artista nacido en el centro de los Estados Unidos – en una granja del estado de Kansas en 1897 fue John Steuart Curry.  Del duro trajín de su vida cotidiana aprendió acerca de la siembra y el ganado y desde pequeño se encariñó inmensamente con todo tipo de vida animal.  Vivía en una región de impredecibles cambios climáticos y diariamente escuchaba hablar acerca del clima y de las fuerzas destructoras de la naturaleza.  Pese a su corta edad se percataba del terror y la aprehensión de los granjeros y campesinos así como también aprendió a gozar su humor y el disfrute que venía cuando llegaban las lluvias de Primavera, los granos maduraban y el trigo y el maíz se encontraban ya resguardados.  De niño retrató la vida íntima de la granja y ya de artista maduro pintó los mismos temas, regalando al arte obras simplemente memorables.   En todos sus lienzos, murales, litografías e ilustraciones para libros, Curry plasmó realidades directamente percibidas y estudiadas pero durante su proceso creativo la objetividad se entremezclaba con sentimientos y recuerdos.  Su paisaje titulado “La Tormenta” (The Line Storm) es una obra maestra donde la tierra se convierte en un personaje aterrador.  El artista pasó los últimos años de su vida en Madison ejerciendo el cargo  de Artista/Pintor-Residente en la Universidad de Wisconsin.

                                    A su muerte en 1942, Grant Wood ya era una institución nacional. Había cumplido 50 años.  Nació y vivió toda su vida en Iowa salvo un par de viajes cortos a Europa y es importante tomar en cuenta que su reconocimiento no partió de haber vivido y promoverse en Nueva York, lo que ya es un logro en sí.
Nació en la extrema pobreza pero con un colosal talento para los menesteres y artes manuales con lo cual probó trabajar en albañilería, herrería y todo el demás abanico de oficios manuales.  A los 15 años ya era consumado pintor, maestro de escuela y una influencia poderosísima en el arte regional lo que para él significaba simplemente pintar temas con los que uno ha crecido y uno entiende.  Antes de descubrirse él mismo, Wood pintaba hermosos paisajes impresionistas de tal forma que las tierras y pastizales de Iowa se llegaban a parecer a la campiña francesa, pero su destreza manual y su sentido común eventualmente dominaron y en su relativamente corta vida produjo retratos considerados de los mejores en Norteamérica.  Su hermana y un dentista posaron para el lienzo conocido como “Gótico” (American Gothic) el mayor ejemplo de su aguda e irónica interpretación.

                                  Un pintor cuyo nombre comenzó a sonar después de la Primera Guerra Mundial fue Reginald Marsh. Su estilo llama la atención porque se dedica exclusivamente a pintar el acontecer urbano.  De inmediato hizo evidente su estudio de los aspectos más modestos y sencillos de la vida metropolitana. Muchos artistas habían retratado Nueva York en aquel entonces llevados por su magnitud, vitalidad y opulencia, pero ninguno se había percatado de lo minúsculo con tanto afecto como lo hizo Marsh.   Este hombre amaba lo que sucedía a diario a partir de la calle catorce y hacia abajo, y lo observó aguda y afectuosamente.  Los pequeños grupos sociales no le interesaron jamás, pero quienes lo inspiraban eran las chicas que se divertían en el malecón de Coney Island, o las artistas del burlesque por ejemplo.
Su filosofía era que un artista no puede tener muchos hierros en el fuego porque su energía tiende a disiparse y por lo mismo, se concentró siempre en unos cuantos temas.  Sin embargo, aceptó pintar un monumental fresco para edificio de Aduanas del Puerto de Nueva York, una fabulosa representación de la llegada de los trasatlánticos, el congestionamiento de las plataformas de llegada y salida, viajeros, equipaje y despedidas- uno fantástico mural del siglo XX.