miércoles, 23 de abril de 2008

Un corto relato acerca de un dolor prolongado


"Cuando ella trataba de decir algo, le salían otras palabras de su boca…"

-Ya no nos cuentes por favor, me interrumpen mis hijos y cortan en seco los recuerdos que expreso de repente. De inmediato cada uno se protege y la plática toma otro rumbo: hablamos de la comida, de la escuela, de tal o cual amigo, nos pasamos la mermelada y la canasta de pan de dulce, y yo me quedo nuevamente con todo eso que no puedo dejar descansar en una maraña de pensamientos y recuerdos que pesan y se mantienen en un cajón muy a la vista dentro de mi cabeza.


No puedo dejar de recordarlo porque he llegado a la conclusión de que la vejez acompañada de la enfermedad es lo que más me aterra. Hoy después de pasados once años, aún continúo devorando cualquier artículo o publicación que se refiera a la cruel enfermedad que la fue privando de todo, incluso de lo más esencial que acaba con la dignidad de cualquier ser humano.

-¿Y esto para qué sirve?

-Es para lavarte tus dientes, mami.

-No sé cómo hacerlo, dice.

Mira el cepillo como un objeto extraño en sus manos. Tiemblan sus dedos. El Parkinson aquinético que acompaña al Alzhemier la tiene presa en sus garras.
¿Y su mente? ¿A dónde se ha ido? ¿A dónde se ha ido la lucidez de pensamiento? Aquella mujer que leía tres o cuatro libros al mismo tiempo, que sabía de política, que leía tres periódicos cada mañana de arriba abajo…

Yo sé que sus amigas la extrañaban y recuerdo a una de ellas que me confesaba una tarde en el supermercado:
-No podemos enfrentar verla.
Licha fue una mujer entregada. Sus grandes amigas la apodaban la "castañuela", rebosante de alegría cuando se reunían. Llena de generosidad para todos. Pero pasó los últimos años de su vida sentada viendo como transcurrían las horas y el sol se deslizaba sobre su silla, su cama, su andadera y sus recuerdos prisioneros para siempre, acompañada por esas dos presencias: Alzheimer y Parkinson, que llegaron a instalarse permanentemente y a sus anchas con el único motivo de acompañarla hasta el final de vida. Por más que quisimos defenderla, ya nadie pudo arrojarlos. Fueron tan fuertes, tan decididos, los inquilinos más perversos con quien teníamos que convivir todos los días.

Los médicos diagnostican la enfermedad malvada y apuntan dentro de la descripción del cuadro: los ojos vidriosos, los ojos que se hacen hondos, muy hondos, que ya no te pueden ver.

Y Licha se me fue lentamente, cada día, perdiendo a cada minuto su luz y su presencia en el mundo… en nuestro pequeño universo que antes llamábamos "Galileo", la calle de la Colonia Polanco donde se encontraba la casa.

Ya nadie nos visitaba. So pretexto de que no querían invadir nuestra privacidad como familia, habían decidido replegarse. De repente llamaban, pero eso era todo.

Y había momentos en que yo me quedaba sola con ella. Mi marido y mis hijos me acompañaron y fueron golpeados todos los días por una cotidianidad absurda. Enfermeras, personal doméstico, llantos y gemidos en las noches, olores nauseabundos cuando pasaban con la ropa sucia rumbo a la lavandería, todo esto producto de la incontinencia. Y parece que todo sucedió hace ya mucho tiempo, y que ese tiempo es el que benévolamente brinda el consuelo, pero todo regresa cuando hoy en la noche escribo estos recuerdos.

Es por eso que mi relato no continúa a manera de narración de un episodio en mi existencia, de un trozo de vida que pasé en carne viva y que como dije anteriormente, un capítulo que brota en cualquier momento, al abrir un libro y ver su nombre escrito, al escucharme hablar empleando uno de sus modismos, al verme como una mujer que se formó bajo el ejemplo de una madre, con sus cosas buenas y sus no tan buenas.

Mi pequeña crónica entonces vuelve al tiempo y la conjugación presente porque cuando la recuerdo así es como lo vivo. Voy atrás, once años atrás cuando Licha ya no me conoce y paso mis brazos por su disminuido cuerpo. Ella me siente, y algunas veces me corresponde tocándome con sus manos que como si fuera poco, la artritis igualmente acabó. Nos quedamos quietas. Lloro dentro de su pelo en silencio. Ella de repente me dice: Mamá. Los papeles han cambiado.

Y así pasaba un día más de esta larga historia donde el tiempo se arrastraba y nos ponía a grandes y chicos a prueba.

Fue una mañana de Mayo cuando Dios finalmente se la lleva.

Ese día, la casa se llenó de gente. El teléfono se volvió loco, el timbre repiqueteaba. Y ese último día terminaba. Los dos funestos invitados con cuyos nombres fueron bautizados estos dos padecimientos, hacen sus maletas y nos abandonan. Uno de ellos tiene la desfachatez de voltear a verme y decirme en voz baja: -Sabemos que nunca nos vas a olvidar…

Volvimos a casa después de la funeraria. Todo estaba tan quieto, tan solo. Me asomé a su cuarto y alisé la sobrecama. Ya no pensaba. Fui a mi cuarto y caí como una piedra sobre mi cama con los ojos abiertos, sin fuerzas para nada.

Mami: Te voy a extrañar siempre.



3 comentarios:

Clara dijo...

Ale, qué artículo!!!, cómo me conmovió, me hizo pensar una vez mas en mi padre, que le pasó exactamente lo mismo, y precisamente murió un mes de Mayo en 1995.
Se movieron muchos sentimientos, emociones, muchos recuerdos, dolor, alegría, tristeza, tántas cosas!!! Todos tus articulos me interesan, me cautivan y me gustan, los leo con mucha emocion pues me parecen muy interesantes y de paso me cultivo.
Te admiro mucho y eres una gran persona.
Clara G. de Cossio

Anónimo dijo...

Mago opina:

Qué difícil es entender este tipo de enfermedades. Pero te felicito ya que escribes con mucha tranquilidad, a pesar del dolor. y porque además para cuidar a un enfermo con tan terrible mal, creo que se debe sentir un gran cariño, una gran paciencia y muchísima tolerancia.

cordialmente,

mangels dijo...

sabes,mi caso es calcadito ,calcadito al tuyo,con el agrabante de que yo tambien estoy muy delicada,mi salud es muy mala,pero te juro las personas que tienen al lado un ser querido que se vuelve como u niño pequeñito,dulce y a veces travieso,pero siempre tierno,las personas que estamos a su lado de tanto llorar por dentro cuando tienen que salir las lagrimas de verdad parece que se hayan secado,mucho animo a todas aquellas personas que tanto tu como yo que padecemos muchisimo,que tengan mucha paciencia y que no abandonen,ya que en realidad lo que necesitan es mucho cariño,un abrazo,a todas y mucha suerte,angels