viernes, 31 de agosto de 2012

Logros Pequeños y Grandes Momentos


Cuando Neil Armstrong dio el primer paso en la luna yo era una niña. Jamás podré olvidar ese día en que sentada en la alfombra y acompañada de mis sobrinas que fueron siempre  como mis hermanas, pasamos clavadas frente a la televisión viendo la llegada del módulo lunar y lo que fue sucediendo segundo a segundo. Lo aparatoso del traje espacial hacía que los movimientos de los astronautas fueran aún más cadenciosos y por lo mismo más emocionantes.  Era de lo único que quería yo hablar.

Todo respecto a la luna, todo respecto a los astronautas, todo respecto a Neil Armstrong. Era tal la pasión por el tema que ideamos escribirle una carta para felicitarlo.  
Recuerdo bien que mi hermana -a través de una amiga en la ciudad de Houston Texas- nos consiguió la dirección a donde debíamos de dirigir el sobre.  Pasamos varios días trabajando en la redacción y finalmente sellamos el sobre y pegamos la estampilla de Correos de México deseando con toda el alma que Neil Armstrong recibiera nuestra carta.  Aquel fue un verano maravilloso.  Nuestra vida de juegos, imaginación y convivencia nos llenaba de sol y de dicha. Pasados tal  vez un par de meses, un día recibimos un sobre tamaño carta de papel  manila con el membrete de NASA.  No sé qué tanto gritamos, brincamos, giramos antes de abrirlo.  Dentro venía una hermosa fotografía de Neil Armstrong, no equipado con el traje de astronauta, sino de traje y corbata sentado frente a su escritorio. La fotografía estaba dedicada a mí y decía en Inglés:  Alejandra, siempre sigue tus sueños.  Tu amigo: Neil Armstrong.

La garganta se me secó y se me hizo un nudo en el estómago.  Mi mamá me consiguió un portarretratos y la foto del primer hombre que pisó la luna estuvo siempre sobre la cómoda de mi recámara.  Neil Armstrong había logrado hacer su sueño realidad.


¿A qué edad comienza uno a soñar con un futuro?
La mayoría de las veces el futuro nos cae encima de un solo golpe- pero de la forma de un pequeño incidente que abrirá el torrente de pasión e inspiración que formará una vida.  Todos, desde los más famosos, se han tropezado, caído de la escalera y sufrido sinsabores como cualquier otro mortal.  


Pero hay algo que nos marca a ellos y a nosotros:  
Cuando Stephen King cumplió 2 años, su papá abandonó a la familia y lo único que dejó fue una caja llena de libros de bolsillo de ciencia ficción. 
A los 3 años, Ernest Hemingway salió por primera vez de pesca al lago Michigan con su padre.  
Luis Braille solo tenía 3 años cuando se lastimó jugando  con un punzón en el taller de un zapatero y perdió un ojo; dos años después pierde el otro.  
Mick Jagger y Keith Richards se conocieron y se hicieron amigos desde los 4 años.  
Yo-Yo Ma aprendió a tocar el cello a los 5 años y su papá lo hacía practicar media hora diariamente.  J.K. Rowlings escribió su primer cuento acerca de un conejo con paperas cuando apenas tenía seis años.  
Una tía pidió que le guardaran un piano que no cabíaen su casa y Leonard Bernstein de 11 años, pidió a sus padres que le consiguieran un maestro que le enseñara a tocar.  A los doce años, Federico Fellini se escapó con la caravana de un circo.  La Policía lo arrestó y de inmediato lo regresó al estricto internado católico donde vivía desde hacía ya varios años.  
Igualmente a los doce años, Steven Spielberg recibió su primera cámara de cine, una Kodak de 8mm y filmó su primer película, un Western con un presupuesto de ocho dólares.  

¿Necesitamos más muestras de la marcas que la vida nos va dejando? 


En 4to. grado de primaria nos encargaron la tarea de escribir nuestra biografía (cosa que tomaría unos 4 o 5 renglones) y que a partir de allí escribiéramos lo que desearíamos ser cuando fuéramos "grandes".  Yo escribí que deseaba ser como un par de personas que admiraba y además que quería yo ser arqueóloga.  Mi mamá me dijo que me felicitaba que tratara yo de emular a los mayores,  pero que me olvidara de lo de la arqueología porque ya todo estaba descubierto. Hoy pienso con tanto cariño que cuando se imaginó que yo iría a sitios lejanos y que su corazón no soportaría la nostalgia decidió descorazonarme a como diera lugar.  Ella lo dijo, yo lo creí en ese momento.

Al mismo tiempo que todos hablábamos acerca del hombre en la luna, apareció la noticia de un nuevo avión, el Concorde que haría vuelos supersónicos y que muy pronto Air France estrenaría.   Ese fue mi siguiente sueño: "El día que yo cumpla 50 años- me dije- voy a volar en el Concorde a Paris." Faltaban décadas.  Por años recorté todos los artículos que salían en los periódicos y revistas respecto al avión del futuro.  Sin embargo, mucho antes que yo cumpliera el medio siglo, el terrible accidente hizo que el Concorde ya no volviera jamás a volar por lo que mi cumpleaños 50 lo celebré no cruzando la barrera del sonido sino en grata compañía de amigos.  

Estas anécdotas no significan que mis sueños han sido imposibles de realizarse.  De cada uno de ellos se han desprendido otras ramificaciones que me han llevado a abrir otras puertas con sorpresas y mundos que jamás hubiera yo imaginado.  Sin embargo, nadie la tenemos fácil. Todo en la vida tiene un costo y muchas veces para poder levantar el vuelo, tenemos que eliminar el lastre que no nos deja emprenderlo.  

Allguien a quien amo intensamente una vez me dijo:  La vida es un Proyecto.

Es similar a cuando compras un rompecabezas.  En la portada de la caja viene una increíble ilustración para armar con miles de piezas.  Uno se engancha en la tienda con aquella fotografía impresa en papel brillante.  El asunto comienza al momento de volcar todas las piezas sobre una mesa. Es interesante pensar que cuándo uno empieza un rompecabezas se tiene la ilusión de lograr algo, y en automático se comienzan a unir piezas por la parte que pensamos es la más sencilla. Una te lleva a la otra. Un rompecabezas puede quedar extendido en una mesa por larga temporada y que no se logre  armar en mucho tiempo, o que llegue el hartazgo  y simplemente se deje sin armar.

La rapidez de conectar las piezas fáciles nos pone alegres, pero aquellas otras piezas y zonas, horizontes, cielos y mares por ejemplo, son las áreas más difíciles pues muchos colores convergen y se enlazan unos con otros tenuemente.  Si se ve de muy cerca, ninguna pieza salta a la vista, todas son idénticas.  Al verlo desde la distancia, tal vez aquella pieza que buscamos de repente se puede hacer visible.  Así es como me dijeron que se imagina uno la vida.  En ocasiones incluso el rompecabezas no se puede terminar porque hay una pieza que se perdió y quedará inconcluso para siempre.

Todo forma parte del proyecto que cada uno nos trazamos y que incluye además infinidad de sueños a realizar.

Por cierto, mi foto autografiada por Neil Armstrong un día desapareció misteriosamente de su portarretratos. Espero que quien la tenga se haya sentido inspirado como a mí me hizo sentir por mucho tiempo.

Además leí que en unos cuantos años muchas aerolíneas estrenarán otra aeronave maravillosa el Boeing 787 el avión del siglo 21 que no va a cruzar el atlántico atravezando la barrera del sonido, pero ¿para qué quisiera llegar tan rápido? Mejor me tomo despacio una copita de vino a miles de pies de distancia antes de comenzar la celebración de otra década más de vida.






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lunes, 6 de agosto de 2012

Acerca del colibrí


Todos los días tomo mi desayuno frente a uno de los espectáculos más maravillosos que la naturaleza me puede regalar y que es el vuelo de decenas de colibrís alrededor de dos comederos que he colocado para sentarme a disfrutarlos.   El siguiente es un ensayo que solamente transcribo. El crédito al autor lo hago al final del mismo: 
Te pido que pienses en un colibrí, pero que lo hagas con detenimiento.  El corazón del colibrí late diez veces por segundo. El corazón del colibrí es del tamaño del borrador de un lápiz y para él, su corazón es lo más importante. Los primeros exploradores de América los llamaron  "Joyas Voladoras", pues los europeos jamás habían visto criaturas similares ya que los colibrís aparecieron en el mundo exclusivamente en América y en ningún otro lugar del universo: más de trescientas especies chillando y zumbando y buscando el néctar de las flores.  El palpitar de su corazón es más fuerte de lo que pudiéramos imaginar si es que nos fuera posible colocar nuestras gigantescas orejas sobre su infinitésimo pecho.
Cada uno visita más de mil flores al día.  Pueden clavarse a una velocidad de 95 kilómetros por hora, pueden volar hacia atrás, pueden volar más de 800 kilómetros de distancia sin detenerse a descansar.  Pero eso sí, cuando reposan,  prácticamente se acercan a la muerte.  En noches heladas o cuando están hambrientos se remiten a un letargo, reduciendo su metabolismo a una quinceava parte de su ritmo normal mientras duermen.  Sus corazones casi se detienen, palpitando levemente y de no encontrar pronto el calor, de no encontrar aquel alimento dulce, sus corazones se enfrían y la joya voladora deja de existir.   Te sugiero que pienses por un momento en esos colibríes que no abrieron sus ojos el día de hoy, justo hoy en algún lugar de América: el Colibrí Real, el Rufo, el Centelleante, el Coliancho. El Colibrí de esmeraldas, el Colicorto, el Gorginegro, el Cometa, el Verdoso Norteño, cada uno el ser viviente más impresionante, más asombroso que hayas visto, con un corazón rugiente del tamaño de la uña de un infante, un corazón que ya guardó silencio, una música brillante que se detuvo por completo.   Los colibrís como todas las aves pero mucho más que todas las variedades, cuentan con un enorme, inmenso y feroz metabolismo.  Para que su metabolismo funcione necesitan que su corazón lata como si fuera un coche de carreras, a velocidad vertiginosa.  Sus corazones están hechos de fibras más ligeras y menos grasosas que los nuestros.  Sus arterias más duras y más tirantes. Los músculos de su corazón tienen más mitocondrias, todo lo que se necesita- se puede decir -para engullir más oxígeno.  Sus corazones están adheridos a la piel para luchar contra la gravedad y la inercia en su enloquecida búsqueda de alimento y la loca idea del vuelo.  El precio de su ambición es una vida que se mantiene siempre muy cerca de la muerte.  Sufren ataques al corazón y aneurismas más que cualquier otra creatura viviente.  El precio de volar es muy caro.  Te quema, acabas con la maquinaria.  Cada criatura en la tierra cuenta con alrededor de 2 billones de latidos de corazón para utilizar durante su vida.  Puedes usarlos lentamente como una tortuga que llega a vivir hasta 200 años o puedes gastarlos rápidamente como el colibrí y vivir solamente dos años.  El corazón más grande del mundo es el de la ballena azul.  Pesa más de 7 toneladas. Es tan grande como una habitación y cuenta con cuatro cámaras. .  Un niño podría caminar dentro de él con la cabeza en alto y solo agacharse para cruzar a través de las válvulas.  Las válvulas son del tamaño de un par de puertas abatibles como aquellas que se usaban en las cantinas.  Este corazón del tamaño de una casa mantiene viva a una criatura que mide más de 38 metros  de longitud.  Esta criatura nace midiendo 6 metros y pesando ya 4 toneladas.  Es más grande que un automóvil.  Bebe más de 350 litros de leche de su madre diariamente y su peso aumenta 90 kilogramos cada día .  Cuando alcanza la pubertad desaparece del radar humano pues es muy poco lo que aún se sabe acerca los hábitos de reproducción, patrones de viaje, dieta, vida y estructura social, lenguaje, enfermedades, espiritualidad, guerra, historias, penas y tristezas y arte de la ballena azul.  Existen tal vez 10 mil ballenas azules en el mundo y habitan en todos los océanos de la tierra siendo el mamífero más grande del cual sabemos tan poco.  Lo que sí sabemos es que estos animales cuyo corazón es el más grande de todos, viajan siempre en pareja, sus lamentos penetrantes, su idioma como un grito nostálgico y penetrante , puede ser escuchado a varios kilómetros de distancia.
Los mamíferos y las aves tienen corazones de 4 cámaras. Los reptiles y las tortugas tienen corazones de 3 cavidades. Los peces tienen corazones de 2 cavidades.. Los insectos y los moluscos de una.  Los gusanos tienen corazones de 1 cámara aunque muchos tienen hasta 11 corazones con 1 cámara cada uno.  Las bacterias unicelulares no tienen corazones pero incluso ellas tienen un fluído que se mantiene eternamente en movimiento, impregnándolas a cada una.  No existe ser viviente alguno que no tenga un líquido interior en movimiento.  Dentro de todos nosotros hay algo que navega  y se revuelve.
Es tanto lo que se guarda en un corazón durante toda la vida.  Es tanto lo que un corazón alberga en un día, en una hora, en un instante.  Y realmente no estamos abiertos a nadie, a final de cuentas, ni a una madre o un padre, ni esposo ni esposa, ni amante, ni hijo, ni amigo.  Abrimos ventanas a cada uno pero vivimos en soledad dentro de la casa del  corazón. Tal vez así deba de ser.  Tal vez no podríamos soportar el estar al desnudo por miedo a que nuestro corazón sea maltratado. De jóvenes pensamos que llegará una persona que nos disfrutará y estará a nuestro lado siempre. Cuando crecemos nos damos cuenta que este es un sueño infantil, que todos los corazones a final de cuenta son lastimados, heridos, rotos y con cicatrices, reparados por el tiempo y por la voluntad, parchados por la fuerza del carácter pero quedando siempre frágiles y desvencijados sin importar cuan feroz haya sido nuestra defensa y de cuantos ladrillos hayamos edificado una muralla a su alrededor.   Uno puede levantar un muro altísimo, y duro y frío y tan impenetrable como uno quiera y el mismo muro puede ser derribado en un instante, con una mirada, con la voz y el aliento de un niño,con las palabras: “escúchame que tengo algo que decirte”. El muro se colapsa con el golpe y la rotura de cristales en una autopista,frente a un animal malherido , o al sentir la mano seca y arrugada de una madre pasándola sobre tu cabellera, o bien la voz de tu padre avisándote que el desayuno que preparó para tus niños ya está listo.      

Esta es una traducción de un hermoso ensayo escrito por Brian Doyle cuyo título es “Joyas Voladoras”. La traducción es mía y me tomé la libertad de hacerla después de haber buscado sin éxito si alguien más ya lo había hecho.