martes, 27 de abril de 2010

Serie de Verano: Maestros del Arte.

El arte presenta siempre dos facetas, el tema y la manera de tratarlo. Uno sin el otro pierde su esencia, pero la combinación de ambos en su adecuada proporción se transforma para convertirse en una obra de arte.
La manera en que un pintor aborda un tema específicamente depende de su personalidad. Su peculiar talento debe de disciplinarse y adaptarse a una formación y entrenamiento férreo dentro del rango de sus experiencias muy particulares. 

La emotividad de VanGogh entregó al arte ríos de lava candente; en el Louvre las pinturas de David o Ingrès confirman su estricta y formal enseñanza académica; la disciplina dedicada a exprimirle a un pincel toda su capacidad nos entregó a Rubens capaz de lograr el infinito con sus brochas. 

Este espacio hoy está dedicado a Goya,  el mismo Francisco de Goya y Lucientes, quien nace en Fuendetodos Zaragoza en 1746.
Sus padres formaban parte de la clase media baja de la época; José Goya era un modesto dorador que poseía un taller en propiedad y cualquier otra cosa. De hecho "no hizo testamento porque no tenía de qué" según consta en su acta de defunción parroquial. Engracia Lucientes pertenecía a una familia de hidalgos rurales venida a menos. La familia tenía casa y tierra en Fuendetodos por lo que el pintor nació en este lugar, pero pronto se trasladaron a Zaragoza.

Goya se crió como un campesino con fuerza bruta y audacia de un genio y alcanzó la cúspide de su profesión  cuando el espíritu revolucionario de Francia se diseminó por Europa. El temperamento de Goya hizo que se  convirtiera en uno de los precursores de la nueva libertad en el arte de la pintura.
En sus actividades cotidianas, siempre mostraba instintos feroces y vitalidad gratificante. Poseía el don del dibujo pero en su mente se desarrollaron conceptos que plasmó con su arte, marcando así una generación.
Goya se lanzó ferozmente contra las supersticiones y corrupciones y a su muerte a los 82 años había plasmado en cantidad de lienzos una historia completa y cabal de los sucesos de la época .

Fuendetodos, Zaragoza era un pueblo montañoso de unos 100 habitantes y Goya trabajó con sus hermanos en el campo hasta que un golpe de suerte acabó con su miseria.  Se dice que el cura de la parroquia lo sorprendió dibujando en un muro con un pedazo de carbón, le consiguió un buen mecenas y a los 14 años lo enviaron a Zaragoza como aprendiz a un taller de pintura.  Desde este momento, libre, sin compromisos y a rienda suelta Francisco de Goya se encaminó a lo largo de una senda de rufianes y a través de la violencia de sus tiempo, probando distintas formas de ganarse la vida.  Con un sinnúmero de talentos como cantante, actor, espadachín y mafioso, a los diecinueve años de edad ya contaba con una larga lista de aventuras e imprudencias… la leyenda de Goya había comenzado.
Al momento de su muerte, las fábulas y mitos habían alcanzado ya proporciones épicas y hasta hoy día ni los más dedicados estudiosos han conseguido poder separar la realidad de la ficción. Pese a que aquel cuento largo dejara al escucha con los pelos de punta ya sea por su atrevimiento o por lo escandalosa que éste fuera, verdad o mentira Goya era capaz de haberlo llevado a cabo.
Se dice que se escabulló a toda prisa de Madrid después de un riña callejera donde hubo muertos para escapar la ira de los inquisidores y se supo que en Madrid trabó amistad con muchos toreros e incluso trató su suerte de aficionado en este oficio.

Después de salir huyendo de Madrid, Goya se instaló en Roma donde comenzó a ganarse la vida como retratista. De ningún modo le hizo reverencia al arte italiano pero la vida alegre de Roma, sus carnavales, prostitutas y bajos mundos le provocaban grandes saltos en su imaginación y la leyenda de Goya continuó en aumento en relación con su atrevimiento, sus hazañas y su color.  Se dice que grabó su nombre en la lámpara de San Pedro y que logró entrar a un convento y raptar a una novicia que se le resistió una vez que quiso acercársele en público.
Goya regresó a casa de sus padres en España para sentar cabeza pero con su poca tolerancia a la hipocresía y sin ser un pintor religioso, no fue sino hasta después de cumplir los treinta y cinco años que comenzó a obtener un poco de estabilidad económica.  A punto de  cumplir treinta años se casó con la hermana de un pintor conocido y de acuerdo al mandato español, la mujer permaneció siempre en casa crónicamente embarazada mientras que Goya se dedicaba a vivir entre gitanos, bailarinas, prostitutas y toreros.  Veinte hijos nacieron probándole así su virilidad aunque solamente uno alcanzó la madurez al mismo tiempo que su “padre-artista”, adicto a la farra, el trabajo y el mal comer, vivía con salud precaria en la segunda mitad de su vida. 
Cuando Carlos IV subió al trono, Goya fue nombrado pintor de la corte pero de inmediato se metió en problemas por la serie de grabados conocidos como “Los Caprichos” en los que satirizó sin piedad a la corona, las leyes y el ejército. Dicha obra fue aplaudida por la plebe pero cuando se aventuró a ridiculizar a la iglesia, el largo brazo de la Inquisición estuvo a punto de alcanzarlo de no ser por que el rey intervino salvándole así el pellejo.  En agradecimiento, Goya decoró la iglesia de San Antonio de la Florida en Madrid con más de cien figuras a tamaño natural y terminó el proyecto en tan solo tres meses.
Como artista en la corte, Goya pintó a la familia real, la corte inmediata y otros dignatarios de España, civiles y militares.  Fue ésta su época más fina como retratista pero la vida lo estaba consumiendo sin piedad.  Su hijo favorito era un bueno para nada y la mujer de su vida, la Duquesa de Alba murió en 1802.  Pese todos sus achaques y prácticamente sordo, la pintura de Goya era cada vez más hermosa.  Con gran aguante al paso de un régimen tras otro y odiándolos a todos, Goya hizo amistades con el régimen invasor de Bonaparte y cuando fueron expulsados de España logró obtener la gracia del rey Fernando quien le dijo: “Mereces que te envíe al exilio pero eres un gran artista así que lo olvidaré todo.”
A los 72 se encerró en una casa a las afueras de Madrid – La Villa del Sordo le llamaron-  y se desahogaba decorando los muros con inmensas figuras grotescas.  Realizó grabados de corridas de toros, visitó Francia con el permiso del rey y murió en Burdeos Francia en 1828 casi ciego y sordo. No dejó sucesores.

Hay que regresar un poco: frente al caballete de Goya desfilaron aristócratas y mendigos; miembros de su familia, reyes y príncipes, toros, toreros, campos de batalla y monstruos.
La Guerra de la Independencia supone para Goya, igual que para miles de españoles, un aterrador dilema; Estos seis años de conflicto armado van a provocar un importante cambio en su pintura, que se hace a partir de entonces más suelta, más violenta y más negra en definitiva.. Goya se dirige al Consejo de Regencia, solicitando ayuda económica para pintar las hazañas del pueblo español, el gran protagonista de la contienda, en su lucha contra Napoleón y se dedica cuatro meses intensos a ejecutar los lienzos. En ellos, Goya representó un episodio de ira popular: el ataque del pueblo madrileño, mal armado, contra la más poderosa máquina militar del momento, el ejército francés.

De todas las mujeres en la vida de Goya, la Duquesa de Alba fue su favorita.  Tal vez incluso pudo haberla amado pues sus facciones parecen haberlo obsesionado ya que  muchos de sus rasgos aparecen incluso en retratos de otras mujeres.  Ella era una Maja, una mujer alegre y más que eso, patrona de los toreros. 
Goya la conoció durante los días en que ejecutaba uno de sus primeros encargos en la corte e inmediatamente incorporó su joven y hermosa figura en uno de los tapices que estaba diseñando.  La relación íntima maduró y Goya pintó bocetos e hizo estudios de cuerpo entero citándola a venir a su estudio sin una dama de compañía cosa que en aquel momento le ganó a la duquesa un feo apelativo.  Para Goya la Duquesa de Alba era el ser que le provocaría el mayor deseo.  Aún así, cuando la flama comenzó a extinguirse a Goya no le importó incluirla en un grabado donde la retrató como una mujer de dos caras dentro de la serie de lienzos conocidos como Los Caprichos.
El nombre de la Duquesa quedó por siempre unido a las dos obras maestras de Goya: Las Majas (desnuda y vestida).
Algunos ciudadanos de Castilla insistieron que  la Duquesa de Alba jamás había para el pintor pero su rostro allí estaba, al igual que  su cuerpo y las pinturas formaron parte de su colección hasta su muerte. Ambas pinturas son igualmente seductoras.

En su vejez, Goya dijo: “El sueño de la razón produce monstruos” y la traducción de su mente a través de su mirada y con le arte del pincel dio como resultado horrendas y tenebrosas creaturas con los que simbolizaba la raza humana rumbo a su perdición. Goya llenó sus lienzos con personajes siniestros catalizando así el ojo de su mente con criaturas aterradoras para simbolizar a la raza humana que iba en decadencia rumbo al infierno.  Llenó sus lienzos con personajes siniestros para catalizar su encono y animadversión:  gigantescas aves graznando, mentecatos e idiotas sentados en medio de costales de oro o cadáveres, uno en particular que sale de su tumba para rascar en la tierra la palabra NADA.